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jueves 21 septiembre 2023
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El estado de salud de Benedicto XVI se agudiza

Frente a los abundantes cotilleos en los últimos tiempos sobre la salud del Papa retirado, su secretario histórico, el arzobispo Georg Gänswein, siempre y en toda circunstancia se ha limitado a apuntar que Benedicto XVI «es como una candela que se apaga lenta y tranquilamente», mas hoy llegó la confirmación del Vaticano de que «su estado se ha agravado».

“En cuanto a las condiciones de salud del Papa retirado, por quien el Papa Francisco solicitó una oración al final de la audiencia general de esta mañana, puedo confirmar que en las últimas horas se ha producido un empeoramiento por el avance de la edad», notificó el directivo de la oficina de prensa del Vaticano, Matteo Bruni.

Y añadió: «La situación de momento prosigue bajo control, seguida continuamente por los médicos».

Además de esto, Francisco, que en la audiencia general afirmó que Benedicto, de noventa y cinco años, estaba «enfermísimo», se desplazó al monasterio donde radica el retirado para visitarle, explicó Bruni, lo que para muchos sonó como una despedida, sin que hayan trascendido detalles de ese encuentro.

Tampoco del protegido y hermético convento Mater Ecclesiae, en los jardines vaticanos, donde el Papa retirado vive apartado desde dos mil trece, tras su renuncia, salió información alguna por la parte de Gänswein, la persona que verdaderamente conoce las condiciones de Benedicto.

La voz de alarma la dio exactamente el mismo Francisco cuando improvisando en la mitad de la audiencia, probablemente tras percibir alguna comunicación esta mañana, afirmó: «Solicito una oración singular para el Papa Benedicto XVI, que en el silencio esta manteniendo la iglesia y rememorar que está enfermísimo y pidiendo al Señor que lo consuele y lo apoye en que este testimonio de amor a la Iglesia hasta el final».

Francisco jamás había pedido hasta el momento oraciones por la salud del Papa retirado, por lo que sus palabras provocaron preocupación.

El portavoz vaticano tampoco acostumbra a informar sobre la salud de Benedicto XVI pese a los continuos cotilleos, salvo en dos mil veinte cuando debieron desmentir que las condiciones del Papa fuesen alarmantes una vez que se supiese que padecía un herpes en el semblante que era muy «doloroso, mas no grave»: siempre y en toda circunstancia ha predominado la discreción y el silencio.

La última fotografía del retirado la publicó el pasado 1 de diciembre la Fundación Joseph Ratzinger, cuando recibió en su vivienda a los dos premiados con el premio que lleva su nombre, el biblista francés Michel Fédou y el jurista judío Joseph Weiler.

Como en las últimas imágenes, aparecía sentado en el sofá al lado de su leal secretario y delgadísimo, mas atento a la charla. Todos y cada uno de los que le han visitado en los últimos meses aseguran que Ratzinger habla con un hilo de voz, que no anda y se le ve muy débil, mas que está absolutamente lúcido.

En otras fotografías recientes se le ha visto en silla de ruedas por los jardines vaticanos tomando un tanto el sol, lo que es, conforme cuentan desde su círculo más próximo, algo frecuente, pues el Papa retirado sostiene una disciplina pese a la edad. Concelebra la misa a la setecientos treinta y después escucha música en su sofá, al paso que en ocasiones recibe ciertas visitas.

Desde el dos de abril de dos mil trece, cuando Joseph Ratzinger retornó al Vaticano como Papa retirado tras su renuncia, vive rodeado de su «familia» vaticana, formada por su secretario y 4 mujeres laicas consagradas del instituto «Memores Domini», que pertenece al movimiento Comunión y Liberación, que se reparten las labores de la casa y se encargan de las necesidades del Papa retirado.

Los últimos meses los ha pasado en silencio, salvo a principios de año cuando debió salir al paso de las acusaciones sobre de qué manera había gestionado ciertos casos de sacerdotes acusados de abusos a menores cuando era arzobispo de Múnich y que habían surgido en el informe redactado por la Iglesia alemana sobre la pedofilia.

Benedicto XVI, el primer Papa en abandonar al pontificado desde tiempos de Gregorio XII, a principios del siglo XV, ha salido en poquísimas ocasiones de los muros desmesurados, una vez para visitar a su inseparable hermano en el centro de salud y en el primer mes del verano de dos mil veinte cuando viajó hasta Ratisbona para verlo nuevamente poquitas semanas antes que fallecer.

La confirmación del empeoramiento de la salud del émerito ha provocado una catarata de oraciones, como solicitaba Francisco, y han sido muchos los fieles que han mostrado su tristeza, incluido su zapatero, el peruano Antonio Arellano, que lleva más de treinta años en Italia y asimismo se encargó de los zapatos de Juan Pablo II.

Si bien Benedicto XVI era «un usuario como todos los otros», Arellano reconoció a EFE que la emoción «fue muy grande» cuando asistió a su negocio: «Un Beato Padre, nuestro representante de la Iglesia cristiana, te conmueves al verlo», aseguró ya antes de quererle «mucha vida y que sane pronto».

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