Israel vive en un día de la marmota perpetuo. La actualidad política lleva años instalada en un ciclo infinito de inestabilidad, campañas electorales y comicios. Hace unas semanas, se repetía la historia. El primer ministro Naftali Bennett, al lado del ministro de Exteriores, Yair Lapid, anunciaron el fin de su histórico Ejecutivo, el primero en doce años sin Netanyahu al frente. El país, nuevamente, se aboca a elecciones. El 1 de noviembre la sociedad israelí votará por quinta vez en 3 años y medio. Mas, ¿por qué la política israelí es inútil de escapar de esta rueda electoral?
“Es culpa de Netanyahu”, explica Gideon Rahat, miembro del Instituto de la Democracia de Israel. “El primordial inconveniente es que tenemos un líder con mucho apoyo mas que no da la mayor parte para formar un gobierno estable”, agrega el asimismo maestro en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Si bien, en el mes de junio del año pasado, sus días en la política israelí parecían contados, Bibi se ha hecho fuerte asimismo como líder de la oposición. A lo largo de este año, su impresionante presencia ha logrado captar miembros de la débil alianza y ha votado contra sus votantes solo para conseguir la caída del gobierno de Bennett.
Los 4 comicios anteriores no han asegurado una mayoría firme en un panorama político distanciado de las tradicionales divisiones izquierda-derecha. En Israel, el eje definitivo es estar con Netanyahu o contra Netanyahu. “Él no tiene ningún inconveniente en ir a las urnas una y otra y otra vez hasta el momento en que alcance la mayoría”, declara Rahat a este diario. Poco importan los 3 juicios por corrupción en los que está encausado. Si bien puede afectarle que coincida la celebración de los litigios con la campaña electoral en otoño.
Renuncias y cambios
Mas aún quedan 4 meses para el voto y los primeros movimientos tras la convocatoria de elecciones muestran una reconfiguración del panorama político. Primeramente, Naftali Bennett ha descuidado la política. Ahora, su Yamina, el partido que rigió el país con apenas siete miembros del Congreso de los Diputados de ciento veintiocho, está a cargo de Ayelet Shaked. A lo largo del año de gobierno, la mano derecha del hasta el momento primer ministro ha jugado con la posibilidad omnipresente de aliarse con Netanyahu. Su vaguedad y falta de fidelidad le pasa factura. Las últimas encuestas señalan que Yamina no pasaría el umbral electoral del tres con veinticinco por ciento .
Todos esos votos de la derecha podrían dirigirse al Likud de Netanyahu, que, por vez primera, conseguiría la mayoría de sesenta y uno escaños en los sondeos. El que fue primer ministro a lo largo de 3 quinquenios no sucesivos cuenta con el apoyo leal del partido Sionismo Religioso de extrema derecha, y los ultraortodoxos Shas y el Judaísmo Unido de la Torá. Otros partidos como el izquierdista Meretz, miembro de la alianza, no alcanzarían la representación parlamentaria. “Estas elecciones asimismo tratan sobre qué modelo de democracia va a tener Israel: una democracia liberal o una democracia populista”, apunta Rahat.
Yair Lapid, nuevo primer ministro
Es el presente líder del país, el primer ministro Yair Lapid, quién representa este Israel liberal, poco a poco más minoritario. No debía ser hasta agosto del dos mil veintitres cuando Lapid sustituyera a Bennett a cargo del gobierno, conforme al acuerdo cuajado en el primer mes del verano del año pasado. Hasta el momento, el jefe del centrista Yesh Atid había ejercido de ministro de Relaciones Exteriores. Como muestra del tiempo político unificador e inclusivo entre dos políticos aliados que se deshicieron en encomios mutuos tras la caída del Gobierno, Bennett le entregó las bridas del Ejecutivo.
Lapid es un primer ministro diferente. Político desde hace una década, es el primer jefe de Gobierno que ha sido actor y cronista. Su pasado como escritor y púgil principiante le distancian del perfil más habitual de líder. Además de esto, tampoco cuenta con un pasado militar como sí lo hacen el resto de primeros ministros. Ahora, desde este cargo con el que tanto había soñado, puede desarrollar la campaña electoral de su vida. “Está legitimando su rol como líder del campo anti-Netanyahu”, asevera Rahat a El Periódico.
Mas regir no va a ser simple. Sin apenas margen para maniobrar, no puede aprobar el mínimo proyecto de ley tras la disolución de la Knesset ni tampoco destituir ni nombrar a ningún ministro. “Durante estos meses, deberá ser capaz de reaccionar a una agenda política que no puede supervisar”, reconoce el miembro del Instituto de Democracia de Israel. Su primer reto ha sido la visita del presidente estadounidense, Joe Biden, que ha saldado con buena nota.
Visita de Biden
“Aunque el público israelí prefiera a Trump, esta visita ha dado legitimidad y poder a Lapid”, resalta Rahat. Tras visitar Tierra Santa, Biden ha viajado a Arabia Saudita, en la mitad de críticas por reunirse con representantes de un Estado al que una vez tachó de “paria”. Esta senda de Biden ha acercado a un Israel deseoso a su sueño de normalizar relaciones con el gigante del Golfo. Mas nada sale sin coste en la geopolítica, y Lapid, ya días ya antes del aterrizaje del presidente en Israel, hizo múltiples ademanes de acercamiento cara los palestinos.
Mientras que, el país proseguirá navegando esta inestabilidad a nivel político, en cierta manera, a la merced de Netanyahu. “Es el único líder viable en la derecha pues, durante los años, se ha encargado de deshacerse de cualquier persona atractiva que pudiese competir con él en este rol de líder”, examina Rahat. Ni las triquiñuelas ni los engaños de Bibi le han costado demasiado costoso en el momento de votar. Si bien Israel sí que se resiente de este ciclo electoral sin fin.
“Si Netanyahu no formara una parte de la política israelí y no fuese tan poderoso, es muy posible que Israel tuviese un gobierno de derechas estable”, concluye el maestro de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Semeja que aún deberán pasar años y múltiples comicios a fin de que la sociedad israelí pueda soñar con esta posibilidad.