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jueves 21 septiembre 2023
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Llega al Congreso el último episodio de la serie 'La política destroza la amistad': Ciudadanos

En un bar cercano al Congreso, un conjunto de miembros del Congreso de los Diputados de Cs y ciertos de sus asistentes acostumbraban a quedar para tomar unas cervezas tras las sesiones plenarias. Ponerse cerca dejaba revisar que había ‘buen rollo’; pasaban el rato entre risas y gracietas, botellines y tapas.

Esto era antes que el portavoz parlamentario, Edmundo Bal, decidiese dar el salto y postularse para el liderazgo de una capacitación que no pasa exactamente por su mejor instante. Al contrario: el discute interno que de veras carcome a los liberales baila entre la supervivencia y la desaparición. Se está librando una batalla por la sucesión de Inés Arrimadas que ha generado un efecto colateral ineludible en el conjunto parlamentario.

“Aquí manda Edmundo, esto es de Edmundo”, comentaba a este cronista un trabajador de la capacitación en el Congreso hace unas semanas, cuando ya había empezado la pelea. Bal es un miembro del Congreso de los Diputados atípico pues, aunque suelta unas diatribas contra el Gobierno que a veces hacen languidecer las invectivas del PP, es capaz de dialogar animadamente con Jon Iñarritu, de EH Bildu; pegarse unas risas con Gabriel Granuja, de ERC; o ir a una celebración del diario ‘Público’. Y todo con una naturalidad tan aplastante que uno no puede más que lamentar el instante en que la política de los partidos españoles se transformó en una charca.

Letrado del Estado, Edmundo Bal, cincuenta y cinco años, desembarcó en el Congreso por el hecho de que fue un fichaje de Albert Rivera que no prosiguió el camino de Albert Rivera. No es el suyo un estilo ortodoxo. Hasta en el lenguaje gesticular, cuando habla, le sale un aire entre espontáneo y ‘naif’. Para llevar 3 años en la primera línea no le faltan jalones, entre ellos la candidatura a la Presidencia de la Comunidad de la capital de España. Le salió fatal pues Cs estaba ya en el caiga. Mejoró cuando menos las previsiones iniciales.

Bal fue designado por Inés Arrimadas portavoz del conjunto. Le dio las bridas sin apenas límites. El aspirante a la presidencia del partido tejió complicidades y sintonía con María Muñoz, miembro del Congreso de los Diputados valenciana experta en temas económicos; y con Sara Giménez y Mari Carmen Martínez, de Huesca y de Jerez, respectivamente. Una volcada en cuestiones sociales y feministas; la otra en campos medioambiental y agrícola. Asimismo ha conseguido comprensión con Juan Ignacio López-Bas, un parlamentario alicantino muy prudente del que propios y extraños charlan bien. Completan el conjunto parlamentario Miguel Gutiérrez, José María Espéculo, Guillermo Díaz y la propia Arrimadas.

Fuera la líder del día a día parlamentario, el letrado del Estado construyó un conjunto sólido y trabajador, cualidades que no afirma este cronista, sino son las que mientan miembros del Congreso de los Diputados de otros conjuntos. Agradarán o no sus mensajes, o las leyes que fomenten, mas no se cuestiona ni dentro ni fuera que Cs echa muchas horas al curro y que busca siempre y en toda circunstancia conversar y negociar. Lo prueba el apoyo que los ‘liberales’ han dado a abundantes proyectos del Gobierno, de forma especial los sectoriales y técnicos. No ha sido así con los ideológicos, menos uno: el del ‘sólo sí es sí’. Acá empezaron los inconvenientes.

Fue tan sonoro el choque entre Bal y Arrimadas por la situación del conjunto respecto de la regla, que no hay fuente que no piensa que esta es la causa de la rotura. Rotura que, por el momento, no ha alejado solo a la líder y al portavoz, sino se ha colado por las rehendijas del conjunto entero.

En un conjunto parlamentario que hace apenas un par de meses era ejemplo de unidad y camaradería abundan ahora los ademanes tristes y serios. Aunque la mayor parte de sus miembros del Congreso de los Diputados ha apostado por Bal, el posicionamiento tan limpio de Guillermo Díaz con Arrimadas ha creado una falla enorme, no solo política.

El abismo cariñoso abierto duele mucho. Al fin y a la postre, el miembro del Congreso de los Diputados malagueño es un tipo atractivo entre los suyos. Absolutamente nadie en el conjunto del Congreso duda de su calidad, aun si no cae simpático. De él resaltan ingenio oratorio y dedicación prácticamente obsesiva a los temas que le encargan. Entusiasta del cine tradicional y de la literatura de ciencia-ficción, fue quien, por orden de Arrimadas, aceptó la situación del partido cuando apareció por España la cara más dura de la pandemia del coronavirus. Sin capacitación sanitaria alguna, se puso a leer todo cuanto vio por Internet sobre enfermedades de transmisión respiratoria, tanto en español como en inglés.

Díaz era de los fijos en aquellas ‘quedadas’ de botellines y tapas.

Política y amistad: agua y aceite

Los nudos rotos en el conjunto de Ciudadanos no son nuevos. En honor a la verdad, es usual que se quiebren los aprecios cuando la vida la ocupa la actividad política. El inconveniente no es hacer leyes, convenirlas, cambiarlas; el inconveniente es el poder. La naturaleza del ser humano…

Lo que pasa en Ciudadanos pasó ya antes en el Partido Socialista. Hace 6 años, 3 amigos llamados Pedro, Óscar y Antonio se enemistaron. Ahora se han reconciliado y trabajan juntos en la Moncloa, nada más y nada menos que en la maquinaria del poder con mayúsculas. Mas hace 6 años su amistad se hizo añicos por el hecho de que una rebelión interna expulsó al secretario general del puesto y zambulló al partido en uno de los procesos de renovación interna más virulentos de la democracia.

Un mes después de aquel comité federal de urnas ocultas y agitación en la calle, Pedro renunció al escaño. Sus amigos Óscar y Antonio le abandonaron, o Pedro les abandonó, que la subjetividad es lo que tiene. Hablamos de Pedro Sánchez, Óscar López y Antonio Hernando.

En el PP, febrero de dos mil veintidos, se generó una convulsión interna afín cuando tras reventar y trascender el enfrentamiento a cara de cánido que tenían Teodoro García-Egea y Miguel Ángel Rodríguez, jefe de gabinete de Isabel Díaz Ayuso (de fondo el caso de las mascarillas traídas a España por el hermano de la presidente), unos miembros del Congreso de los Diputados llamados Mario Garcés, Carlos Rojas o Belén Hoyo firmaron un documento en el que pidieron el cese de Egea a fin de que se soldasen las fisuras internas.

Los 3, más Guillermo Mariscal, fueron al lado de Egea los impulsores de una serie de encuentros en el restaurant “Luarqués”, cercano al Congreso. Los 3, más Mariscal y el propio Egea, fueron los primeros en animar a Pablo Casado a batallar por el liderazgo de un PP del que se despedía Mariano Rajoy. Esto sucedió en dos mil dieciocho. 4 años después, llegaron a menospreciar al miembro del Congreso de los Diputados murciano.

Y en Unidas Podemos, como es sabido, los aprecios y objetivos comunes que unieron a Pablo Iglesias, Íñigo Errejón, Carolina Bescansa o Luis Alegre brincaron por los aires. Ninguno ocupa hoy la primera línea de una plataforma que idearon llamada “Podemos”. Desde su nacimiento, no han cesado los recelos pues no han cesado las luchas de poder. El abismo entre Yolanda Díaz e Iglesias compone otro retrato leal, y evidentemente se ha trasladado al conjunto del Congreso, en donde conviven, aun sin hablarse en ciertos casos, representantes similares a la ministra y cargos de la órbita del ex vicepresidente.

¿Más botellines?

Era extraño ver a Edmundo Bal con la cara hasta los pies hasta el momento en que se generó la lucha por el liderazgo de Ciudadanos. Desde ese momento, diciembre eminentemente, al aún portavoz del conjunto se le ha visto con el ademán desviado en demasiadas ocasiones. Afirman en su ambiente que ha visto y oído cosas “muy sucias y ruines” y que, como era de aguardar, le han perjudicado.

Si ha dado el paso que ha dado, comentan, es por el hecho de que piensa que Ciudadanos es una capacitación política precisa. No puede mimetizarse con otras, arguyen las fuentes. Tiene suficientes mimbres para una identidad propia. Arrimadas lo ve desde otro prisma.

Detrás y delante de las dos visiones, fluyen las luchas de poder. Los bastones de mando los carga el demonio. Tanto que si alguna vez reinó la amistad, pudo tratarse de un espejismo.

Como se ha contado acá, la amistad se torna en enemistad y después, quien sabe, otra vez en amistad. En el Partido Socialista Obrero Español lo saben por el hecho de que a su jefe le acompañan dos amigos a los que negó la palabra. Quizás en Cs pase algo semejante y retornen tras unas semanas a los botellines y a las tapas tras largas sesiones plenarias. Va a ser bueno para ellos/as y para los que piensan que los partidos son ‘vietnam’.

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